Aunque no es uno de los siete colores del espectro, el turquesa tiene propiedades terapéuticas importantes. El color turquesa surge de la mezcla de los azules y los verdes, los colores del mar y de hecho combina las cualidades de ambos: la serenidad del azul y la armonía del verde.
Para los indios americanos, el turquesa fue el símbolo del cielo y del aire para los ciudadanos de la Atlántida; para los antiguos egipcios, este color tenía un valor sagrado y era usado como protección. Era considerado en oposición a la carne, como símbolo de los cielos y el espíritu.
El turquesa tiene un efecto calmante, tanto desde el punto de vista psicológico como físico; es el color de la tranquilidad y de la dependencia a los afectos. Si se siente ansioso, sobre todo en medio de otras personas, llevar algo de color turquesa puede servir para protegerse de las influencias negativas y peligrosas que puedan perjudicar su tranquilidad.
Es también el color ideal para hablar en público, porque la combinación de azul y verde, no sólo tiene el efecto de mantener abiertos los canales de comunicación, sino que es capaz de crear armonía entre usted y el público. También le ayudará a hablar con el corazón abierto, en la manera que realmente piensa y siente.
En el plano físico, el turquesa, como el azul, tiene propiedades anti-inflamatorias y es un buen color para observar, especialmente para aliviar el dolor de cortes y quemaduras, ya que ayuda a curar y aliviar las heridas.
El turquesa es también conocido por reforzar el sistema inmunológico y por lo tanto es ideal para el tratamiento de resfriados y gripes.
La piedra turquesa es una piedra protectora, tiene una acción desintoxicante, analgésica, tónica y reconstituyente. Aumenta los niveles de energía y promueve los procesos de curación.
Es excelente, especialmente en los pulmones y para prevenir las enfermedades de la garganta.